Guido Finzi
Había engordado de cintura para abajo, y su piel se había ajado un tanto, desplegando una amplia red de finas arrugas cada vez que sonreía. Sin embargo, a pesar de todo, una belleza de esencia se imponía a las huellas del paso del tiempo, confiriéndole el sano atractivo de mujer madura que ha sabido envejecer, al desprecio de frivolidades y aceptándose tal como era.
Esa tarde, tomamos café y hablamos de generalidades, gambeteando hábilmente al porqué de nuestra separación y evitando la estéril especulación de lo que pudo haber sido y no fue. Charlamos cordialmente, y nos sonreíamos a cada instante, pero sin coincidir las miradas. Preferíamos, a modo preventivo, fijarnos el uno en el otro de un modo intermitente, con miedo a que nuestros ojos encontrados y el silencio fueran tan elocuentes que las palabras carecieran de significado. A pesar de que habían transcurrido diez años de lo nuestro, aún eran muchas las mañanas en que ella era el primer pensamiento que acudía a mi cabeza al levantarme.
Me contó algunos pormenores de su exitosa carrera periodística, que yo seguía muy de pasada porque, ante la dolorosa perspectiva de desayunar cada día leyendo sus artículos, optaba por cualquier otra menos evocadora. En lo referente a su vida emocional, omitió hacer cualquier mención. Yo no insistí; no quería saber que su cuerpo era disfrutado por otro, tal vez más alto, más guapo, más encantador y con más plata que yo. Por mi parte, le hablé de mi anodina existencia, ficcionando generosamente una realidad en la que el destino había hecho estragos desde que nos separamos.
Al despedirse, y tras darme un beso más cálido de lo normal (así me lo pareció) en la mejilla, se volvió antes de salir por la puerta, y me dijo:
—Si te sirve de algo, siempre me arrepentí de dejarte.
Se me antojó que lo decía en serio, pero, incapaz de contestar algo, y mucho menos de salir corriendo tras ella, me quedé parado como un boludo, sin hacer otra cosa que guardar silencio y dejarla marchar. Desde entonces, aquella frase es mi único consuelo.
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Del libro Rumbo Sur, de Guido Finzi. Col. ACVF Relata 5.
Autorización exclusiva para Periódico Irreverentes por gentileza del autor y de ACVF Editorial
© 2015, Guido Finzi y ACVF Editorial
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Guido Finzi lee su relato «Liliana», del volumen «Rumbo Sur», con motivo del Concurso de Cuentacuentos de ACVF 2015 (lectura fuera de concurso).
Aquí el video:
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Más info del Concurso de Cuentacuentos de ACVF 2015 en:
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Guido Finzi nació en Buenos Aires (Argentina), pero siendo aún niño se trasladó con su familia a España. Ha residido en Madrid y Granada, entre otras ciudades. Sus relatos se han incluido en antologías europeas y americanas, y ha escrito artículos sobre los más variados temas para revistas de cultura.
La publicación, en 2012, de su primer libro, Rumbo Sur y otros relatos, dio a conocer a los lectores del ámbito hispánico a un autor cosmopolita, de estilo elegante, nostálgico e irónico, heredero de los mejores cultivadores argentinos del relato y de narradores como el norteamericano Paul Auster, el italiano Alberto Moravia o el polaco Isaac Bashevis Singer. El gusto por las historias contadas de mesa a mesa en los cafetines porteños, los encuentros casuales, la memoria y el desengaño, los amores recobrados y perdidos…
Miradas, su esperado segundo libro de relatos, lo confirma como un mago de la sugerencia y la creación de atmósferas.
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