El sueño

Noa Xireau

Sensual

Inspecciono el extraño entorno y aunque sé dónde debería estar, algo no encaja. No veo las esculturas fantásticas de lobos poderosos, fieros, misteriosos, tenebrosos y bellos que esperaba; aquellas que le dieron a su creador el sobrenombre artístico de Lobo; aquellas capaces de fascinarte y hacer que quieras acariciarlas al tiempo que temes que te muerdan cuando menos te lo esperas. ¿No es el estudio de Lobo dónde me encuentro? En realidad no puedo estar segura, nunca he estado allí y, aún así, juraría que es donde me encuentro.

Paso por delante de una mujer de bronce sentada en un taburete. Sus antebrazos están apoyados con dejadez sobre sus largas y estilizadas piernas entreabiertas, su cabeza agachada hace que la larga cabellera le tape toda la cara y caiga casi hasta los tobillos, resaltando sus zapatos de tacones, su única vestimenta. Es sexy en su desnuda e indiferente melancolía, pero sigo hacía delante.

Hay un magnífico ejemplar de hombre, también de bronce, echado hacía atrás en su sillón. Con su sonrisa ligeramente torcida, satisfecha, me mira invitándome en silencio a disfrutar de lo que me ofrece. ¡Y vaya si tiene algo que ofrecer! Si no fuera suficiente aliciente su musculoso cuerpo, la prominente muestra de virilidad que se alza altiva de entre sus piernas me hace casi desear probar lo que sería montarlo. ¿A quién quiero engañar? Si lo tuviera en mi casa ya estaría sentada a horcajadas sobre él, calentando su fría carne con el fuego que comienza a encenderse en mi interior. Pero no estamos solos, él y yo, ni estoy en el santuario de mi casa. No creo que a Lobo le gustase encontrarme profanando a una de sus creaciones… o puede que sí, ¿quién sabe?

Acabo parada delante de una tarima. Esta vez, la figura femenina está lánguidamente estirada sobre un sencillo lecho, con sus piernas dobladas abiertas en un orgásmico ofrecimiento a un anónimo espectador. Un gran paño metálico cubre la mitad superior de su cuerpo hasta el ombligo, casi como una sábana. El rostro apenas se adivina bajo la etérea capa, pero los pezones erectos se transparentan con absoluta claridad. Se ven grandes, algo rugosos… reales, apetecibles… tanto que estoy tentada de estirar los dedos para apreciarlos mejor, tocarlos, acariciarlos y quizás hasta pincharlos.

  –¿Te gusta?

El murmullo bajo, algo ronco, justo al lado de mi oído, consigue que un estremecimiento recorra mi columna. No necesito girarme para saber que la persona que está a mi espalda es David. Debería plantearme porqué está él allí, pero la caricia del aliento cálido en mi nuca me distrae. Me gusta. Cierro los párpados para recrearme en esa extraña sensación de magnetismo que crea su cuerpo tan cerca, demasiado lejos, del mío.

Alguien nos observa. Cuando abro los ojos me encuentro entre las piernas abiertas de la mujer, contemplando hipnotizada los carnosos labios hinchados abiertos entre los que asoma un clítoris algo exagerado pero extrañamente atrayente. Puedo sentir los primeros signos de humedad desparramándose por mis muslos y eso me llama la atención, algo no acaba de encajar… al revisarme me percato de que llevo poco más que un camisón de satén rojo, medias de liga y zapatos de tacones. Nada más. Eso explica la sensación húmeda resbalándose entre mis muslos pero, a la vez, me hace sentir desnuda y avergonzada.

 –¿Te gusta?

David se ha acercado aún más. Siento su cuerpo ajustándose al mío cuando me acaricia el cuello con la nariz. ¿Cuándo hemos llegado a ese nivel de intimidad? Jamás habíamos compartido más que unos cándidos besos en la mejilla. La casi inexistente tela no hace nada para separarme de su calor, de la erección dura y larga que se ha acomodado entre mis nalgas. La sensación de desnudez se acentúa, del mismo modo que mi excitación. Al levantar la mirada me encuentro de frente con los oscuros ojos de Lobo observándonos desde el otro lado de la habitación. Está ahí, expectante, quieto… como un depredador que observa su presa antes de decidir si saldrá a cazarla o no.

Siento el calor de la vergüenza invadir mis mejillas, casi con la misma intensidad en que se expanden las llamas en mi bajo vientre. Las alarmas comienzan a sonar altas y fuertes, acompañadas de voces que me advierten de todas las razones por las que debería salir corriendo y alejarme de allí. Es curioso, sé que me están gritando las advertencias, pero no puedo discernir las palabras; sólo oigo mi propia respiración, fuerte, pesada, errática… y el sonido de los besos holgazanes y húmedos con los que David recorre mis hombros.

Sé que no está bien, pero…

Me pregunto si desde la otra punta de la sala Lobo puede ver la forma en que mis endurecidos pezones despuntan contra la suave tela, cómo mis pechos suben y bajan con el ritmo perdido de mi excitación. ¿Puede David sentir los leves estremecimientos que me recorren?

Debería escapar, huir… quizás aún estoy a tiempo.

El áspero aviso de la barba de tres días, apenas me prepara para cuando los dientes de David comienzan a mordisquear con suavidad “el punto”. ¿Cómo demonios lo ha encontrado? ¿O ha sido pura casualidad? Nunca le confesé esa debilidad, ¿o sí? Ningún hombre debería saber jamás que puede controlarme sólo con un roce de sus dientes y su húmeda lengua en el sitio adecuado. Casi rezo porque no se dé cuenta de lo que acaba de hacer, pero al mismo tiempo no puedo evitar arquearme con un suave jadeo contra él, apretándome contra su dura virilidad buscando incrementar el contacto.

–¡Shhhh! Tranquila… deja que pase…

Murmullos bajos, de desesperación controlada, de coacciones suaves, de palabras llenas de promesas, que mi mente registra pero no acaba de comprender, me envuelven en un halo de confusión. Que ni aun cuando unas manos se deslizan por mis muslos levantando la suave tela que apenas me cubre, ni cuando una lengua se pierde entre mis cerrados pliegues reclamando su territorio, se acaba de aclarar.

Abro los párpados. ¿Cuándo los había cerrado? Miro a Lobo, que ahora arrodillado ante mí me ignora, centrado sólo en mi sexo, como si no formara parte de mí, como si no me perteneciera… y de alguna forma comprendo que ha dejado de serlo, es suyo para hacer y deshacer a su antojo.

No hay suavidad, ni indecisión en él. Sabe lo que quiere y su lengua lo reclama. Explora, conquista, arrasa… Siento el fuego, el placer, la forma en que mi cuerpo responde a sus exigencias. Avergonzada quiero cerrar los muslos para que no descubra el líquido caliente que se derrama entre mis piernas sin control; pero sin darme cuenta de cómo acabo con una pierna sobre su hombro y mis músculos cerrándose alrededor de sus dedos para retenerlos en mi interior, rogándole casi desesperada por más.

David ahoga mis gemidos atormentados con su boca, con uno de esos largos besos con sabor a chocolate negro a los que me he vuelto tan adicta en mi imaginación. Sus manos tiemblan ligeramente al acariciarme y su erección se roza y aprieta contra mi trasero al mismo ritmo al que yo muevo mis caderas para frotarme contra la boca de su hermano.

Odio cuando llego a esa sensación de placer que me dice que estoy al borde de la cima, que estoy tan, tan, tan cerca, pero no consigo llegar. Cuando mi cuerpo parece estar a punto de evaporarse por combustión espontánea pero la luz destellante que me hará viajar por las estrellas no acaba de prender…  Justo entonces, los labios de Lobo se cierran sobre mi clítoris, los dientes de David se clavan en ese delicioso punto secreto que no debería haber conocido jamás y sus dedos aprisionan mis pezones sin clemencia, proporcionándome ese justo punto de dolor que me lanza sobre los acantilados en vuelo libre, haciéndome estallar en luces de colores que se propagan como ondas a través de mi cuerpo hasta convertirse en un cegador blanco.

Son los brazos de David los que me mantienen sujeta cuando mis piernas ceden temblorosas bajo mi peso. Mi respiración aún sale en sollozos cuando veo la mirada victoriosa de Lobo. ¡Cabrón! ¡Sabe lo que me ha hecho! Cierro los ojos, demasiado exhausta y sobrecogida para decirle lo que pienso.

Sin soltarme de su abrazo, David reclama mis labios de nuevo. ¿Debería confesarle alguna vez que a veces se le escapa su vena tierna y romántica? No creo que le gustara saberlo.

De la nada aparece Lobo de nuevo. No necesito abrir los ojos para saber que ahora está desnudo. David me sigue besando, resistiéndose a perder mi atención. El cuerpo caliente de Carlos se lo pone difícil cuando se aprieta contra el mío aprisionándome entre los dos. Sus labios exploran mi cuello en tanto su impertinente masculinidad se desliza con facilidad entre mis empapados pliegues. Aprieto los muslos para atrapar al descarado intruso que ahora está alojado entre ellos, incrementando las sensaciones que me produce el roce de su férrea rigidez contra mi clítoris al deslizarme en un sensual vaivén sobre él.

La boca de David desaparece de mi alcance para escurrirse por mi espalda, bajando lentamente. Los labios de Lobo lo reemplazan sobre los míos, permitiéndome saborearme a mi misma en su boca. Sus besos son diferentes a los de David, podría diferenciarlos incluso con los ojos vendados. Ni mejores, ni peores, sólo dif… Mis pensamientos se paran cuando la boca de David llega a mis nalgas, la erección de Lobo sigue apretándose contra mi clítoris en un firme roce y su lengua me obliga a responder a su ataque, haciendo que mis dedos de forma casi inconsciente se enreden en su pelo para acercarlo más a mí.

Siento la ansiedad creciendo de nuevo dentro de mí, la eterna necesidad de más, de correr de nuevo hacia la meta final, de exigir… pero Lobo se separa de mí con un áspero carcajeo, dejándome insatisfecha, enfadada. ¿Por qué me resulta todo tan confuso?

Parpadeo. La escena ha cambiado de nuevo. Estoy a cuatro patas sobre la mujer tendida. Sin aviso previo me embisten desde atrás, fuerte, firme, sin consideración. Mi grito sale ronco, tan sorprendido que parece un jadeo. Debe de ser David a mi espalda, porque Lobo está delante de mí masturbándose en tanto sus hambrientos ojos no nos pierden de vista. Fascinada, mi atención queda anclada en su mano de artista que se mueve con destreza sobre su hinchado miembro. Las primeras gotitas brillantes ya han asomado sobre su casi purpureo glande; pero no puedo evitar cerrar los ojos cuando me vuelven a embestir con fuerza.

Adoro esa sensación de sentirme llena, de sentir cada estocada como si quisiera atravesarme mientras mis músculos se aprietan alrededor de la dura estaca tratando de aprisionarla y retenerla dentro de mí, una y otra vez, y otra…

Suave y ligeramente resbaladizo, algo se aprieta contra mis labios entreabiertos… ¡No tan deprisa! Abro los ojos, respondiendo a la oscura mirada de Lobo. Saco la lengua para recoger las pequeñas gotitas saladas que me ofrece. Se acomoda sobre el rostro inerte de la mujer para facilitarme el trabajo. Comienzo a lamerle, recorriendo su rígida extensión con la lengua en largos y pausados recorridos, empapándole con mi saliva, preparándole para lo que sé está por venir. Me entretengo en sus huevos y atrapo uno entre mis labios. Siento como tiembla, cómo la delicada piel se vuelve rugosa bajo mi contacto. Lo repito con el otro, mientras mi lengua le da suaves latigazos. Me retiro y, tomándome mi tiempo, vuelvo a trabajar mi camino hacia arriba para poder tomarlo entre mis labios…

Las sensaciones y las imágenes se extienden, a veces dan saltos, a veces van a cámara lenta: Los envites de David, sus firmes pulgares abriéndome las nalgas, su polla abriéndose paso lentamente dentro del ceñido pasaje, extendiéndome, obligándome a relajarme y adaptarme; el suave dolor, el deseo por más, mis ganas de empujar contra él para acelerar el proceso o a veces de alejarme para escapar de él, sus manos que me frenan… Los dedos de Lobo en mi pelo, tirando de él, obligándome a echar la cabeza hacia atrás para permitirle un mejor acceso, su verga exigiendo la entrada hasta lo más profundo de mi garganta, concediéndome casi nada para relajarme y aceptarlo, mis gemidos reverberando alrededor de él haciéndolo vibrar… La furiosa pasión de David me obliga a buscar sujeción. Alguien ha liberado mis pechos que se bambolean al ritmo que ellos me marcan, rozándose como una ironía contra los duros pezones de la mujer que tanto me habían fascinado. Una vez más tengo esa sensación que me lleva al borde de la locura y, una vez más, necesito ese algo más.

David me obliga a abrir las piernas casi hasta lo imposible, haciendo que mis caderas bajen y ¡ahí está! Mis pliegues abiertos acaban pegados contra los de la mujer, clítoris contra clítoris, rozándose, acariciándose, mientras ellos me follan casi como si la vida les fuese en ello, como si quisieran que sus pollas se encontraran en mi interior… el sonido húmedo de sus pelotas chocando contra mi trasero y mi barbilla, en tanto me llenan y me poseen y me obligan a rendirme con la mente en blanco al choque de las olas de placer, al ligero sabor amargo que se desparrama espeso por mi garganta y boca hasta caer por la comisura de mis labios…

Me despierto empapada, con la respiración aún saliendo en jadeos, mi cuerpo aún pulsando con las últimas reverberaciones del placer. Miro la oscuridad que me rodea frustrada e irritada. ¿Por qué demonios son siempre los mejores sueños los que acaban antes de alcanzar el final? Me faltaba la parte en la que podía sentirlos a los dos llenándome a la par, frotándose uno contra el otro en mi interior apenas separados por un fino velo, apretados, yo estirada a más no poder. La parte en la que les obligaba a coordinar su ritmo para encontrar su propio placer, la parte en la que a mí se me permitía ver cómo ellos, también, se desintegraban junto a mí. Casi sin poder evitarlo, mis dedos encuentran el camino por mi aún insatisfecho cuerpo para volver a capturar el placer que el sueño se llevó con él.

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9 Respuestas a “El sueño

  1. Como lector entrenado dada mi profesion, me maravilla la facilidad con que Noa nos introduce en un mundo donde reina la fantacia el placer y deseo y nos deja transitar por el, dejando tambien una gran ventana para que la imaginacion del lector entre cuando le apetezca, este tipo de escritura tan pulcra y bien tratada, es digna de elogios, en Hora buena a Noa Xireau y a vuestro periodico por publicar texto como este…

  2. Muy buen relato,muy entretenido , es como sumergirte en el, nadr entre sus palabras!

  3. Fascinante, muy excitante, me ha encantado.
    Tu forma de redactar de describir las escenas soy impresionantes.
    Mi más sincera enhorabuena, tenía muchas ganas de leerte y me has dejado mucho más que satisfecha y orgullosa de tenerte como amiga virtual.
    Besos.

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